miércoles, 19 de enero de 2011
ME PINTO SOLO
Marco Antonio Montes de Oca
PARA SALIR A la calle con todo y ventana,
Para abanicarme con una cola de pavorreal baleada por el sol,
Para ganar altura como globo que bosteza o nadar en otro firmamento
Y sentarme bajo la curva de un paladar lleno de estrellas;
Para enfrentarme al espejeo candente que mata al día con otro día,
Para colocar al tuerto un parche en el ojo sano, me pinto solo,
A dos manos me pinto para que la piel crecida se vuelva tienda de campaña
Y otra vez se ajuste al cuerpo con el mundo dentro;
Para eso y para que la luna en perpetuo eclipse comience a darle rostro
a cada nombre,
Para sufrir y ponerme a llover cuando haga falta,
Para no quitar el dedo del renglón aunque el renglón se haya disipado,
Para advertir que a cada instante la catedral del idioma pierde una piedra,
Para inclinarme, para irme de bruces sobre una terraza ahogada
Y contemplar cómo se fuga el fondo de la tierra,
Para ser fuente a la ida y cascada de peces al regreso,
Para seguir mi peregrinaje con la carne al hombro, me pinto solo
Y así me pintaré para comer un pan sin metafísica,
Para abrir la puerta a quien se disfrace de muerta querida,
Para entristecerme con el mar que no conoce a sus olas y me rodea con
agua de mariposas,
Para enamorarme de una iglesia blanca asentada sobre un pañuelo,
Para pulir el vidrio que sólo miente un centímetro y vibra con las pisadas
de los feligreses,
Para mirar al lucero perdido en la boca del asombro,
Para ver como los dedos ciegos deletrean las aristas de la nada,
Para oír la ráfaga solar bajo un techo de latidos,
Para enterrar palabras que despeña la amnesia del vuelo,
Para quitarme de encima mi propio cuerpo y ayudar con mis golpes a quien
me da de palos,
Para que el alba de la idea no abandone mi entrecejo acuchillado,
Para que mi cama vuele cuando el tiempo vuela,
Para ir siempre a destiempo de la corriente desbocada,
Para que mi mano sea en el adiós mariposa de carne,
Para que la plegaria continúe vertiginosa al llegar a su desembocadura,
Para que yo no olvide la casa con paredes de perla,
Para que la inocencia perpetua me imponga al jardín como algo familiar
y extraño,
Para que la tierra en vilo sea la tierra firme,
Para que mis ojos estén pendientes de señas instantáneas,
Para que el zafiro preso cambie de montura a mitad del río,
Para bendecirme y danzarme y constelarme con recuerdos y planetas
Donde cierta vez se oyó el eco de una canción de niños, me pinto solo,
Para todo eso me pinto solo cuando la hora rompe al reloj,
Cuando la nube y el azorado azor y sobre todo el agua
Avanzan bajo la película pétrea y el tiempo vuela y mi cama vuela,
Mas no en pedazos, o quizá en pedazos que se juntan como juntas las manos
para abrir el aire de la plegaria
Y sabes que la totalidad es un pedazo de lo que tú creías que sólo era
un fragmento
Mientras ves y no ves un hueco en la realidad demente,
Un vacío que imanta fragmentos de espejo y reconstruye antiguas superficies
Sin que haya lugar para el flamazo, la cicatriz o la grieta
Ya que tu ser consolado en olas de luminosa zozobra
Sabe que las rayas en la eternidad son menos rayas que las rayas en el agua,
Agua en que se lava las manos tu destino,
Agua en que el salmón masca el bagazo del silencio
Sin que la sal haga daño a sus ojos desnudos: oh salmón absorto
Hablando a solas de su vida que no sólo es lucha contra la corriente,
Sin que nadie conozca la historia que repasa,
Sin cambiar nunca de tema, vuelto sobre sí mismo al eludir una roca,
Al repetir su discurso ahora que no lo enturbia el agua
Cargada de inmanencia sibilina cuando ese salmón,
Que aún no llega a la zona de las corrientes bravas,
Prepara un mar personal para cuando falte el mar
Y piensa en que todo es natural, natural como la bisagra que mueve sus aletas
Al inventar la nada: una amistosa y reconocible nada para cuando no
haya nada
Salvo un sistema de murallas y de corazones caídos en el aire minado,
En esa liquidez alada que pinta sola, así como yo me pinto solo,
Para ser la camisa de fuerza del instante y apisonar la noche
Hoy que llevo una almendra de aurora en el pico roto,
Hoy que exprimo estalactitas para bañarme en la leche del tiempo,
Para mover con sollozos al campanario entero, para que entre aleteo y
revoloteo
Mis manos le hagan “casita” al fuego amenazado
Mientras un viento de tinta disipa al jardín de letras regado por mis ojos,
Mientras la sangre que no conoce el camino de regreso me celebra,
Ya que para construir campanas más grandes que su campanada me pinto
solo,
Me pinto con la fidelidad del farol al inopinado sol y a la vehemente luna,
Me pinto con gotas llenas de naciones entre personajes sonámbulos,
Entre cuencas vacías que lloran y se deslumbran,
Que se deslumbran y lloran la historia de la ciudad en sus nidales huecos,
En sus hoyos gemelos que ven la verdad a través del cielo en desbandada
Mientras me pinto solo para añadirle estrías al carozo del durazno
Y para que la granizada de los fuegos de artificio sólo se apague bajo el pecho,
Para no tropezarme con los muebles de la niebla,
Para crecer como un molino con el viento por dentro,
Para hacer llorar a mi casa igual que al ojo un cuerpo extraño,
A mi casa que es promesa embarazada de mí mismo
Y que me dará a luz entre sus cimientos, agazapada en el sótano,
En el área oculta donde ella misma no entra nunca
Y donde ha de enseñarme, entre varias puertas de salida,
A salir por todas al mismo tiempo: explosión unísona,
Cascada en brama cuya caída es cima de existencia,
Plenitud y contradicción, caracol que habita una oreja que habla
Mientras la iglesia de mi alma da las doce con un pájaro:
Me pinto solo para oírlo cuando los ojos
Salen a dar la vuelta al rededor de la cabeza y de nuevo se introducen en
sus órbitas:
Cavernas que miran por sí mismas, aptas para visos y visiones,
Para llorar y deslumbrarse con el cabrilleo enlunado de la garza
Como obscuridades que originan su propia centella:
Si no fuera así nada sería mirada con barreno,
Mirada capaz de disolver el muro surgido entre todo labio y toda flor
Cuando me pinto solo para cortar tanta negrura con el trozo de vidrio de
una sonrisa,
Cuando me pinto solo y en la maceta del zapato crezco,
Arropado por mi bufanda de voces y perfumes
Que agazapados saltan a la garganta,
A la palpitante chimenea por donde el canto lanza su grave humadera de
colores
Hasta que el hombre que iba a decirse a sí mismo por fin se dice,
Pues para eso se pinta solo y para eso está despierto,
Despierto como el árbol que nunca alza el pie para que no se escape su
sombra,
Despierto cuando entran a mi cuarto los autos y los vendedores ambulantes,
Despierto y vivo en mitad de una existencia a la que beso
Como quien besa a la espada con el filo de los labios
En el instante del juramento que ya predice todas mis caídas:
Asomarse es caer y para eso me pinto solo,
Para despeñarme en la marisma y en la mina, en la superficie y en la hondura,
Para ver cómo unas rocas danzan y otras emigran,
Para calzarme el cuerpo que es mi amo disfrazado de herramienta,
Para saber que el lago mira con la piel y planta vuelos en su seno,
Vuelos y más vuelos y lentas bandadas de vapor, balcones de aire
Para mirar el pasado con ojos de fósforo en la nuca,
Para sentir que en lo alto del lomo crece un vigía
Para romper al recuerdo y su alcancía de lunas,
Para imprimir en la pupila estatuas de cambiante lluvia,
Para cortar con el rostro telarañas de silencio,
Para cumplir mi rondín de centinela desde ningún lado a ninguna parte,
Para ir y venir como un badajo al que le roban su orilla de bronce,
Para nacer mil veces a deshora de mi hora,
Para pintarme solo en busca de hazañas estremecedoras,
Para almacenar lo que inventa la nube en su caleidoscopio blanco,
Para defenderme de tanto espía con una rodela de moscas tornasoles,
Para bendecir al tiempo que apoya la cabeza en piedras hundidas como
almohadas,
Para bendecir estrellas semejantes a respiraderos en la caja de la tierra,
Para bendecir y recorrer cuerpos de mujer
Con la misma mano que comprueba heridas de bala,
Para bendecir memoriales en los archivos del relámpago,
Para bendecir la ciudad que si huye, no sé por qué lo hace cantando,
Para bendecir mi tardío conocimiento de que también el fuego quema,
Hoy que la nevisca ha dejado un blancor de muerto convocado fuera de
la aldea,
Hoy que me siento sobre un poco de niebla encallada,
Hoy que me siento a mi lado sin estar de mi parte,
Revolviendo la basura acumulada en los ojos del tiempo,
De ese tiempo que traduce impenetrables costras de tinta,
Escritura sin comas ni acentos, escritura aplastada bajo vírgulas de piedra,
Confusa escritura de doctor para un mundo desahuciado
Y que yo no leo porque para eso nadie se pinta solo;
Nadie en este vendaba1 le hace “casita” al fuego,
Pues ahora también el fuego quema muros milagrosos
De enramadas que son su propio muro,
Generaciones de hombres que son sus propios dioses,
Albas que ahogan al sol inventor de amorosas parejas
Cuando me pinto solo para cortar la piel del tambor en mariposas
retumbantes,
En atronadoras mariposas que enloquecen a los árboles
Con la nada clara de su clarinada que aturde colibríes que me transportan
sin sentir mi peso,
Hasta el lienzo hambriento de la mente
Que sólo vive de cuanto le dejan las invasiones de la sangre...
¡para cuántas cosas me pinto solo!
He aquí que destapo cráteres de sol con agujas de música
Para que el astro escuche argumentos y decida sobre lo que no comprendo;
Abro templos en flor y retiro de sus cúpulas osamentas en cautiverio,
Oigo pasos de creaturas a quienes la primavera teme,
Miro ciruelas en vilo, palabras pintadas que se comen
La orilla del mundo y demasiada sombra desfigurada por el rocío,
Sótanos de luz entre la piel y el día,
Entre la yerba y la planta del pie y el instante que suspende su deriva
Y camina sobre la línea azul de mi pasado;
Contemplo la mañana que atraviesa con alfileres los párpados del lago,
Observo los ojos de un continente estampados como flores en las cortinas
del mediodía,
Desato mi lengua que espadea con desventaja contra tanta llama,
Pongo mi vaso en la mesa del más allá, tras de reducirlo todo a viento,
Viento de astro y viento de quimera, viento de libélulas que visten mis
arterias,
Viento que se levanta con la lluvia sentada en sus rodillas
Y que me oye decir que cada cero rebosa de semillas como una sonaja:
Cada cero se hace guijarro dividido y materia arrojadiza,
Cada cero nos rompe la frente con la dureza del mundo invisible
Y rebota contra la barda con un ruido seco de olla vacía
Mientras lo pinto como velo de olvido sobre cada cabellera mal teñida,
Sobre cada peldaño de cada canción en que pesan hongos azules e invasores:
Nada de esto es difícil para el pintor cuyos dedos juegan con los gallos de
las veletas,
No lo es para quien deja a sus raíces la proeza de inventar el suelo,
No para quien se arrodilla y luego, a gatas, como un niño en su tina de
agua tibia
Remueve el tapón que retiene vegetaciones de espuma;
Nada de esto es difícil para quien repara con burbujas la piel del globo,
No para quien tapa con un dedo el nacimiento de géiseres indeseados,
No para quien filtra en la ranura de los párpados
El óvolo solar, los nombres que se disuelven bajo la lengua del meteoro,
Porque se está más allá de lo que cada cosa representa,
Más allá de la micra de polvo en que cabe la historia de la historia,
Pues todo cuanto se sabe es que nada mata mejor que la lengua de cada uno,
El dialecto podrido del conspirador, la pesada lengua
Hablada para aislarse de todos, indigesta como un cadáver que se ha comido
a su féretro
Y que yo no hablo porque para eso no me pinto solo,
Pues soy peluquero del verano, peinador de follajes,
Un lento ser que busca el tapón para la sangría de las cosas antiguas
Y que caza con su red la nota de color que revolotea sobre la boca de
la noche
Y que prodiga su tamborileo cristalino sobre obscuros mostradores
En que el duende borra el eco de sus huellas
Y clava estacas para que no huya el sol verdadero
Y se adentra en un iceberg de ámbar para liberar la última lágrima del aire,
El polvo suave que no borra versos escritos con pestañas,
El suave polvo que no pone orilla a mi nado celestial
Y que confirma los vaticinios de la transparencia desmoronada
Y afirma mi necesaria cantidad terrestre
Ahora que diluvia sobre mis huellas y en el universo escampa,
Ahora que la escultura cambia de posición y me arroja al pasto
Sin que mi caída altere el negocio infinito de la hormiga:
De nada sirve nada si no se cuenta con uno mismo
Como nadie contó con un ejército, cuando caemos al fondo
De esa pausa azul en que nos siembra el asombro,
La marejada del vuelo de amor que nos ilumina
Y que empotra en mi ventana, mentirosa en más de un centímetro,
Y que luego remuevo para salir a la calle escudado y exhibido por ella,
Pancarta de cristal, observatorio ambulante
Para ver las cosas con esa haz de lentitud que tantas veces ha vestido a
mi jardín
Oh ventana que llevo en alto, Cristo de vidrio
Seguido por la procesión entrañable y tumultuosa,
Ventana invasora que me añade segura calma, espíritu de contemplación
Desplegado por el ojo sobre las mesas y el vino
Mientras llevo en la diestra una llama y en la otra un cirio apagado,
De suerte que no llevo a la ventana, no la sostengo
Si bien ella entiende mis fines y flota delante,
Apenada por mí que tengo las manos ocupadas
Sin que ningún corazón se me caiga al suelo,
Ni traicione la parábola roja de mis juegos malabares,
Inspirado por Dios a quien nunca se le cae un astro,
Inspirado por el amor que alza sus aros flamígeros
Para que mil tigres lo crucen concertadamente
En la pista central ocupada por la primavera,
Frente a todos los tesoros a los que mi hambre pasa revista,
Junto a la escala untada de brea en que arde el motín de los descensos,
El instante que marca con sus dientes el fruto de cada invocación,
El pensamiento que me piensa en mitad de sus escuadrones hechizados
Y que escribe algo sobre la eternidad bajo el arco del salto del grillo,
Ahora que las cosas ya no permanecen las mismas
Y oigo como en sueños los pasos de un mulo
Y advierto otra vez, para mi sorpresa, que también el fuego quema,
No sólo al mundo, no sólo la imagen de mi amada distante,
No nada más el conejo que mira con ascuas húmedas,
No sólo el trigo, el aire, la onda que se levanta y ya es caverna,
No sólo la infancia perdida y cada vez más inocente,
No sólo casi todo, sino que también para mi sorpresa el fuego quema,
Quema aquí, allá, súbita belleza que espoleo
Para que sea digna esposa del tiempo, mujer, Mujer-poema
Crecida a destajo sin que le salga techo a su persona
Que invade el país de mi cuerpo, el continente de mi mente,
El ojo mismo -por el envés y el derecho blancoSin más pupila que el nudo incandescido de lo real...
Hay otros ojos en la noche y el plomo y las tumbas se salen de madre,
Las estrellas nos permiten respirar en este mundo donde alguien nos puso
yerba,
Yerba y estrellas para que en una caja, a semejanza del insecto, durásemos,
Si bien bajo mi cabeza la piedra se hunde como una almohada
Y el revuelo de tantas apariciones y desapariciones
Testifica en firme, aunque no para siempre, el bullicio de mi gozo
Junto a la noche que no perdona un ápice de cielo azul
Y que no permite ver, con las cuencas vacías, adónde dejé mis ojos,
Aunque si de nuevo los encontrara el mundo seguiría perdido,
Pues nunca va a existir el don de volar bajo arena movediza,
Ni habrá satisfacción para nuestra casta de abejas vulneradas
Aunque en vano piquemos la puerta de piel y músculo, la roca viva y el
agua muerta
Mareados como el aire que se siente mal cuando muerde un níspero
envenenado,
En confusión creciente, como el caracol que se mete a su concha con la
cabeza por delante,
En terrible confusión que me impide esconder bajo la brasa mi cosecha
arrebatada a los difuntos;
Y ya que vengo de abismos recientes y he brotado en medio de mi cama,
Busco huecos en la catarata para ver si por ahí sonríe la patria inventada,
La mesa que formule un ay cuando le salga punto al amanecer y alma a
la quimera
O cuando el huracán se alce los faldones y se esfuerce en no pisar los
garabatos de la salamandra
O cuando nadie se dé importancia, ni memorice los apellidos del diluvio
Como si el agua necesitara identidad y nosotros
Conocer su nombre para poder beberla, conocer su origen
Hoy que somos sabios y que no sabemos dónde queda nada,
Tras haber comido tantos caminos y tantas brújulas
Al pintarnos solos para pintarlo todo,
Componedores de la tierra que pierde el paso al adaptarse al capricho de
la usura,
Sin conseguir jamás que un árbol se siente a nuestro lado,
Por primera vez olvidado de ser árbol,
Transformado en compañero de viaje,
Enamorado del cielo que retiene con sus ramas
Y de la vida que se pinta sola para pintarlo todo.
Vuelta 128 /Julio de 1987 1 7
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