jueves, 30 de junio de 2011

NO HAY TRISTES QUE SEAN PENDEJOS


EL POETA DEL JARDÍN

Ricardo Castillo

Hace tiempo se me ocurrió

que tenía la obligación

como poeta consciente de lo que su trabajo debe ser,

poner un escritorio público

cobrando sólo el papel.

La idea no me dejaba dormir,

así que me instalé en el jardín del Santuario.

Sólo he tenido un cliente,

fue un hombre al que ojalá haya ayudado

a encontrar una solución mejor que el suicidio.

Tímido me dijo de golpe:

"señor poeta, haga un poema de un triste pendejo".

Su amargura me hizo hacer gestos.

Escribí:

"no hay tristes que sean pendejos"

y nos fuimos a emborrachar.