domingo, 25 de diciembre de 2011

Ítaca


Constantino Cavafis

Cuando partas hacia Itaca
pide que tu camino sea largo
y rico en aventuras y conocimiento.
A Lestrigones, Cíclopes
y furioso Poseidón no temas,
en tu camino no los encontrarás
mientras en alto mantengas tu pensamiento,
mientras una extraña sensación
invada tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones, Cíclopes
y fiero Poseidón no encontrarás
si no los llevas en tu alma,
si no es tu alma que ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que muchas mañanas de verano hayan en tu ruta
cuando con placer, con alegría
arribes a puertos nunca vistos.
Detente en los mercados fenicios
para comprar finos objetos:
madreperla y coral, ámbar y ébano,
sensuales perfumes, -tantos como puedas-
y visita numerosas ciudades egipcias
para aprender de sus sabios.
Lleva a Itaca siempre en tu pensamiento,
llegar a ella es tu destino.
No apresures el viaje,
mejor que dure muchos años
y viejo seas cuando a ella llegues,
rico con lo que has ganado en el camino
sin esperar que Itaca te recompense.

A Itaca debes el maravilloso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino
y ahora nada tiene para ofrecerte.
Si pobre la encuentras, Itaca no te engañó.
Hoy que eres sabio, y en experiencias rico,
comprendes qué significan las Itacas.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Oscura palabra




José Carlos Becerra


A mis hermanas

Mélida Ramos de Becerra
(Muerta 6 de septiembre de 1964)


1

Hoy llueve, es tu primera lluvia, el abismo deshace su rostro. Cosas que caen por nada. Vacilaciones, pasos de prisa, atropellamientos, crujido de muebles que cambian de sitio, collares rotos de súbito; todo forma parte de este ruido terco de la lluvia.

Hoy llueve por nada, por no decir nada.

Hoy llueve, y la lluvia nos ha hecho entrar en casa a todos, menos a ti.
Algo se ha roto en alguna parte. En algún sitio hay una terrible descompostura y alguien ha mandado llamar a unos extraños artesanos para arreglarla. Así suena la lluvia en el tejado. Carpinteros desconocidos martillean implacables.

¿Qué están cubriendo? ¿A quién están guardando?
¡Qué bien cumple su tarea la lluvia, qué eficaz!

Algo se ha roto, algo se ha roto. Algo anda mal en el ruido de la lluvia. Por eso el viento husmea así; con su cara de muros con lama, con sus bigotes de agua. Y uno no quiere que el viento entre en la casa como si se tratara de un animal desconocido.

Y hay algo ciego en el modo como golpea la lluvia en el tejado. Hay pasos precipitados, confusas exclamaciones, puertas cerrándose de golpe, escaleras por donde seres extraños suben y bajan de prisa.

Esta lluvia quién sabe por qué. Tanta agua repitiendo lo mismo.

La mañana con su corazón de aluminio me rodea por todas partes; por la casa y el patio, por el norte y el alma, por el viento y las manos.

Telaraña de lluvia sobre la ciudad.

Hoy llueve por primera vez, ¡tan pronto!

Hoy todo tiene tus cincos días, y yo nada sé mirando la lluvia.

[11 de septiembre de 1964, Villahermosa]


2

Te oigo ir y venir por tus sitios vacíos,
por tu silencio que reconozco desde lejos, antes de abrir la puerta de la casa
cuando vuelvo de noche.
Te oigo en tu sueño y en las vetas nubladas del alcanfor.
Te oigo cuando escucho otros pasos por el corredor, otra voz que no es la tuya.
Todavía reconozco tus manos de amaranto y plumas gastadas,
aquí, a la orilla de tu oceáno baldío.

Me has dado una cita pero tú no has venido,
y me has mandado a decir con alguien que no conozco,
que te disculpe, que no puedes verme ya.

Y ahora, me digo yo abriendo tu ropero, mirando tus vestidos;
¿ahora qué les voy a decir a las rosas que te gustaban tanto,
qué le voy a decir a tu cuarto, mamá?

¿Qué les voy a decir a tus cosas, si no puedo
pasarles la mano suavemente y hablarles en voz baja?

Te oigo caminar por un corredor
y sé que no puedes voltear a verme porque la puerta,
sin querer, se cerró con este viento
que toda la tarde estuvo soplando.

[14 de septiembre de 1964. Villahermosa]


3

En el fondo de la tarde está mi madre muerta.
La lluvia canta en la ventana como una extranjera que piensa con tristeza
en su país lejano.
En el fondo de mi cuarto, en el sabor de mi comida,
en el ruido lejano de la calle, tengo a mi muerta.
Miro por la ventana;
unas cuantas palabras vacilan en el aire
como hojas de un árbol que se han movido
al olfatear el otoño.

Unos pájaros grises picotean los restos de la tarde,
y a hora la lluvia se acerca a mi pecho como si no conociera otro camino
para entrar en la noche.

Y allá, abajo, más abajo,
allá donde mi mirada se vuelve un niño oscuro,
abajo de mi nombre, está ella sin levantar la cara para verme.
Ella que se ha quedado como una ventana
que nadie se acordó de cerrar esta tarde;
una ventana por donde la noche, el viento y la lluvia
entran apagando sus luces
y golpeándolo todo.

[28 de octubre de 1964, México]


4

Esta noche yo te siento apoyada en la luz de mi lámpara,
yo te siento acodada en mi corazón;
un ligero temblor del lado de la noche,
un silencio traído sin esfuerzo al despertar de los labios.

Siento tus ojos cerrados formando parte de esta luz;
yo sé que no duermes como no duermen los que se han perdido en el mar,
los que se hallan tendidos en un claro de la selva más profunda
sin buscar la estrella polar.
Esta noche hay algo tuyo sin mí aquí presente,
y tus manos están abiertas donde no me conoces.

Y eso me pertenece ahora;
la visión de esa mano tendida como se deja el mundo que la noche no tuvo.
Tu mano entregada a mí como una
adopción de las sombras.

[20 de diciembre de 1964, México]

viernes, 15 de julio de 2011

LAMENTACIÓN POR UNA PERRA




Eduardo Lizalde



La perra más inmunda
es noble liro junto a ella.
Se vendería por cinco tlacos
a un caimán.
Es prostitua vil,
artera zorra,
y ya tenía podrida el alma
a los cuatro años.
Pero su peor defecto es otro:
soy para ella el último
de los hombres.

miércoles, 13 de julio de 2011

Grande es el odio

Eduardo Lizalde



Grande y dorado, amigos, es el odio.
Todo lo grande y lo dorado
viene del odio.
El tiempo es odio.

Dicen que Dios se odiaba en acto,
que se odiaba con fuerza
de los infinitos leones azules
del cosmos;
que se odiaba
para existir.

Nacen del odio, mundos,
óleos perfectísimos, revoluciones,
tabacos excelentes.

Cuando alguien sueña que nos odia, apenas,
dentro del sueño de alguien que nos ama,
ya vivimos el odio perfecto.

Nadie vacila, como en el amor,
a la hora del odio.

El odio es la sola prueba indudable
de la existencia.

jueves, 30 de junio de 2011

NO HAY TRISTES QUE SEAN PENDEJOS


EL POETA DEL JARDÍN

Ricardo Castillo

Hace tiempo se me ocurrió

que tenía la obligación

como poeta consciente de lo que su trabajo debe ser,

poner un escritorio público

cobrando sólo el papel.

La idea no me dejaba dormir,

así que me instalé en el jardín del Santuario.

Sólo he tenido un cliente,

fue un hombre al que ojalá haya ayudado

a encontrar una solución mejor que el suicidio.

Tímido me dijo de golpe:

"señor poeta, haga un poema de un triste pendejo".

Su amargura me hizo hacer gestos.

Escribí:

"no hay tristes que sean pendejos"

y nos fuimos a emborrachar.

sábado, 26 de febrero de 2011

A punto de un viaje en coche



FRANCISCO BRINES

Las ventanas reflejan
el fuego de poniente
y flota una luz gris
que ha venido del mar.

En mí quiere quedarse
el día, que se muere,
como si yo, al mirarle,
lo pudiera salvar.

Y quién hay que me mire
y que pueda salvarme.

La luz se ha vuelto negra
y se ha borrado el mar.

domingo, 13 de febrero de 2011

Lamento del Sena


Maurice Magre*

Al fondo del Sena hay oro
barcos oxidados, joyas, armas.
Al fondo del Sena hay flores
de barro y de lama nutridas
Al fondo del Sena hay corazones
que demasiado sufrieron, para vivir la vida
y luego hay guijarros y alimañas grises
El alma del drenaje exhalando peces
Los anillos arrojados por los incomprendidos
Hay pies que una hélice desprendió del tronco
y los frutos malditos de los vientres estériles
los blancos abortados que nadie amó
Los vómitos de la gran ciudad
Al fondo del Sena hay todo eso

Oh Sena clemente donde van los cadáveres
Oh lecho cuyas sábanas están hechas de limón
Río de desechos, sin fanal ni abra
Cantante que meces la morgue y los puentes
Acoge al pobre, acoge a la mujer
Acoge al ebrio, acoge al loco,
mezcla sus sollozos al ruido de tus hojas de cuchillo
y lleva sus corazónes entre los guijarros.

* Traducción de José Antonio Alcaraz.

sábado, 12 de febrero de 2011

En donde estés



David Huerta

En donde estés oye la desgarrada boca
del tiempo. No dudes, avanza
contra la montaña de espejos. (Luego
podrás dudar. En donde estés
aprende a dudar
para servir a la vida.) En donde estés
mira los rostros del dolor
y abraza las espigas, desaprende
el agobio, observa el rostro
de tus hermanos
y el tuyo. En donde estés
recuerda y olvida. En donde estés
come con un estocismo místico.
En donde estés acércate con deseo
y aléjate con repugnancia,
como quería el Lince.
En donde estés piensa en cada cosa
como si ella misma pensara. En donde estés
apropiate del mundo
y olvidate de las finalidades. En donde estés
inventa finalidades y juega con ellas
hasta el hartazgo trágico y cómico.
En donde estés ejerce tu política.

domingo, 6 de febrero de 2011

LA TABAQUERIA


Fernando Pessoa

Tabaquería
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,
con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.

Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.

Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué voy a pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?

No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol verdadero
ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las chocolatinas,
mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)

Pero por lo menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar, que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)

He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al que cortan el rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.

He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El disfraz que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me había quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.

Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la puerta y se ha quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
En determinado momento morirá también la muestra, y los versos también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así como gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y viviendo debajo de cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el sueño del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.

Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido, humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de encontrarse indispuesto.

Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.

El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y me ha visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós, Esteves! , y el Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario de la tabaquería se ha sonreído.

sábado, 5 de febrero de 2011

ARDE EL MAR



Pere Gimferer

Oh ser un capitán de quince años
viejo lobo marino las velas desplegadas
las sirenas de los puertos y el hollín y el silencio en las barcazas
las pipas humeantes de los armadores pintados al óleo
las huelgas de los cargadores las grúas paradas ante el
cielo de zinc
los tiroteos nocturnos en la dársena fogonazos un cuerpo
en las aguas con sordo estampido
el humo en los cafetines
Dick Tracy los cristales empañados la música zíngara
los relatos de pulpos serpientes y ballenas
de oro enterrado y de filibusteros
Un mascarón de proa el viejo dios Neptuno
Una dama en las Antillas ríe y agita el abanico de nácar
bajo los cocoteros

miércoles, 19 de enero de 2011

ME PINTO SOLO




Marco Antonio Montes de Oca


PARA SALIR A la calle con todo y ventana,
Para abanicarme con una cola de pavorreal baleada por el sol,
Para ganar altura como globo que bosteza o nadar en otro firmamento
Y sentarme bajo la curva de un paladar lleno de estrellas;
Para enfrentarme al espejeo candente que mata al día con otro día,
Para colocar al tuerto un parche en el ojo sano, me pinto solo,
A dos manos me pinto para que la piel crecida se vuelva tienda de campaña
Y otra vez se ajuste al cuerpo con el mundo dentro;
Para eso y para que la luna en perpetuo eclipse comience a darle rostro
a cada nombre,
Para sufrir y ponerme a llover cuando haga falta,
Para no quitar el dedo del renglón aunque el renglón se haya disipado,
Para advertir que a cada instante la catedral del idioma pierde una piedra,
Para inclinarme, para irme de bruces sobre una terraza ahogada
Y contemplar cómo se fuga el fondo de la tierra,
Para ser fuente a la ida y cascada de peces al regreso,
Para seguir mi peregrinaje con la carne al hombro, me pinto solo
Y así me pintaré para comer un pan sin metafísica,
Para abrir la puerta a quien se disfrace de muerta querida,
Para entristecerme con el mar que no conoce a sus olas y me rodea con
agua de mariposas,
Para enamorarme de una iglesia blanca asentada sobre un pañuelo,
Para pulir el vidrio que sólo miente un centímetro y vibra con las pisadas
de los feligreses,
Para mirar al lucero perdido en la boca del asombro,
Para ver como los dedos ciegos deletrean las aristas de la nada,
Para oír la ráfaga solar bajo un techo de latidos,
Para enterrar palabras que despeña la amnesia del vuelo,
Para quitarme de encima mi propio cuerpo y ayudar con mis golpes a quien
me da de palos,
Para que el alba de la idea no abandone mi entrecejo acuchillado,
Para que mi cama vuele cuando el tiempo vuela,
Para ir siempre a destiempo de la corriente desbocada,
Para que mi mano sea en el adiós mariposa de carne,
Para que la plegaria continúe vertiginosa al llegar a su desembocadura,
Para que yo no olvide la casa con paredes de perla,
Para que la inocencia perpetua me imponga al jardín como algo familiar
y extraño,
Para que la tierra en vilo sea la tierra firme,
Para que mis ojos estén pendientes de señas instantáneas,
Para que el zafiro preso cambie de montura a mitad del río,
Para bendecirme y danzarme y constelarme con recuerdos y planetas
Donde cierta vez se oyó el eco de una canción de niños, me pinto solo,
Para todo eso me pinto solo cuando la hora rompe al reloj,
Cuando la nube y el azorado azor y sobre todo el agua
Avanzan bajo la película pétrea y el tiempo vuela y mi cama vuela,
Mas no en pedazos, o quizá en pedazos que se juntan como juntas las manos
para abrir el aire de la plegaria
Y sabes que la totalidad es un pedazo de lo que tú creías que sólo era
un fragmento
Mientras ves y no ves un hueco en la realidad demente,
Un vacío que imanta fragmentos de espejo y reconstruye antiguas superficies
Sin que haya lugar para el flamazo, la cicatriz o la grieta
Ya que tu ser consolado en olas de luminosa zozobra
Sabe que las rayas en la eternidad son menos rayas que las rayas en el agua,
Agua en que se lava las manos tu destino,
Agua en que el salmón masca el bagazo del silencio
Sin que la sal haga daño a sus ojos desnudos: oh salmón absorto
Hablando a solas de su vida que no sólo es lucha contra la corriente,
Sin que nadie conozca la historia que repasa,
Sin cambiar nunca de tema, vuelto sobre sí mismo al eludir una roca,
Al repetir su discurso ahora que no lo enturbia el agua
Cargada de inmanencia sibilina cuando ese salmón,
Que aún no llega a la zona de las corrientes bravas,
Prepara un mar personal para cuando falte el mar
Y piensa en que todo es natural, natural como la bisagra que mueve sus aletas
Al inventar la nada: una amistosa y reconocible nada para cuando no
haya nada
Salvo un sistema de murallas y de corazones caídos en el aire minado,
En esa liquidez alada que pinta sola, así como yo me pinto solo,
Para ser la camisa de fuerza del instante y apisonar la noche
Hoy que llevo una almendra de aurora en el pico roto,
Hoy que exprimo estalactitas para bañarme en la leche del tiempo,
Para mover con sollozos al campanario entero, para que entre aleteo y
revoloteo
Mis manos le hagan “casita” al fuego amenazado
Mientras un viento de tinta disipa al jardín de letras regado por mis ojos,
Mientras la sangre que no conoce el camino de regreso me celebra,
Ya que para construir campanas más grandes que su campanada me pinto
solo,
Me pinto con la fidelidad del farol al inopinado sol y a la vehemente luna,
Me pinto con gotas llenas de naciones entre personajes sonámbulos,
Entre cuencas vacías que lloran y se deslumbran,
Que se deslumbran y lloran la historia de la ciudad en sus nidales huecos,
En sus hoyos gemelos que ven la verdad a través del cielo en desbandada
Mientras me pinto solo para añadirle estrías al carozo del durazno
Y para que la granizada de los fuegos de artificio sólo se apague bajo el pecho,
Para no tropezarme con los muebles de la niebla,
Para crecer como un molino con el viento por dentro,
Para hacer llorar a mi casa igual que al ojo un cuerpo extraño,
A mi casa que es promesa embarazada de mí mismo
Y que me dará a luz entre sus cimientos, agazapada en el sótano,
En el área oculta donde ella misma no entra nunca
Y donde ha de enseñarme, entre varias puertas de salida,
A salir por todas al mismo tiempo: explosión unísona,
Cascada en brama cuya caída es cima de existencia,
Plenitud y contradicción, caracol que habita una oreja que habla
Mientras la iglesia de mi alma da las doce con un pájaro:
Me pinto solo para oírlo cuando los ojos
Salen a dar la vuelta al rededor de la cabeza y de nuevo se introducen en
sus órbitas:
Cavernas que miran por sí mismas, aptas para visos y visiones,
Para llorar y deslumbrarse con el cabrilleo enlunado de la garza
Como obscuridades que originan su propia centella:
Si no fuera así nada sería mirada con barreno,
Mirada capaz de disolver el muro surgido entre todo labio y toda flor
Cuando me pinto solo para cortar tanta negrura con el trozo de vidrio de
una sonrisa,
Cuando me pinto solo y en la maceta del zapato crezco,
Arropado por mi bufanda de voces y perfumes
Que agazapados saltan a la garganta,
A la palpitante chimenea por donde el canto lanza su grave humadera de
colores
Hasta que el hombre que iba a decirse a sí mismo por fin se dice,
Pues para eso se pinta solo y para eso está despierto,
Despierto como el árbol que nunca alza el pie para que no se escape su
sombra,
Despierto cuando entran a mi cuarto los autos y los vendedores ambulantes,
Despierto y vivo en mitad de una existencia a la que beso
Como quien besa a la espada con el filo de los labios
En el instante del juramento que ya predice todas mis caídas:
Asomarse es caer y para eso me pinto solo,
Para despeñarme en la marisma y en la mina, en la superficie y en la hondura,
Para ver cómo unas rocas danzan y otras emigran,
Para calzarme el cuerpo que es mi amo disfrazado de herramienta,
Para saber que el lago mira con la piel y planta vuelos en su seno,
Vuelos y más vuelos y lentas bandadas de vapor, balcones de aire
Para mirar el pasado con ojos de fósforo en la nuca,
Para sentir que en lo alto del lomo crece un vigía
Para romper al recuerdo y su alcancía de lunas,
Para imprimir en la pupila estatuas de cambiante lluvia,
Para cortar con el rostro telarañas de silencio,
Para cumplir mi rondín de centinela desde ningún lado a ninguna parte,
Para ir y venir como un badajo al que le roban su orilla de bronce,
Para nacer mil veces a deshora de mi hora,
Para pintarme solo en busca de hazañas estremecedoras,
Para almacenar lo que inventa la nube en su caleidoscopio blanco,
Para defenderme de tanto espía con una rodela de moscas tornasoles,
Para bendecir al tiempo que apoya la cabeza en piedras hundidas como
almohadas,
Para bendecir estrellas semejantes a respiraderos en la caja de la tierra,
Para bendecir y recorrer cuerpos de mujer
Con la misma mano que comprueba heridas de bala,
Para bendecir memoriales en los archivos del relámpago,
Para bendecir la ciudad que si huye, no sé por qué lo hace cantando,
Para bendecir mi tardío conocimiento de que también el fuego quema,
Hoy que la nevisca ha dejado un blancor de muerto convocado fuera de
la aldea,
Hoy que me siento sobre un poco de niebla encallada,
Hoy que me siento a mi lado sin estar de mi parte,
Revolviendo la basura acumulada en los ojos del tiempo,
De ese tiempo que traduce impenetrables costras de tinta,
Escritura sin comas ni acentos, escritura aplastada bajo vírgulas de piedra,
Confusa escritura de doctor para un mundo desahuciado
Y que yo no leo porque para eso nadie se pinta solo;
Nadie en este vendaba1 le hace “casita” al fuego,
Pues ahora también el fuego quema muros milagrosos
De enramadas que son su propio muro,
Generaciones de hombres que son sus propios dioses,
Albas que ahogan al sol inventor de amorosas parejas
Cuando me pinto solo para cortar la piel del tambor en mariposas
retumbantes,
En atronadoras mariposas que enloquecen a los árboles
Con la nada clara de su clarinada que aturde colibríes que me transportan
sin sentir mi peso,
Hasta el lienzo hambriento de la mente
Que sólo vive de cuanto le dejan las invasiones de la sangre...
¡para cuántas cosas me pinto solo!
He aquí que destapo cráteres de sol con agujas de música
Para que el astro escuche argumentos y decida sobre lo que no comprendo;
Abro templos en flor y retiro de sus cúpulas osamentas en cautiverio,
Oigo pasos de creaturas a quienes la primavera teme,
Miro ciruelas en vilo, palabras pintadas que se comen
La orilla del mundo y demasiada sombra desfigurada por el rocío,
Sótanos de luz entre la piel y el día,
Entre la yerba y la planta del pie y el instante que suspende su deriva
Y camina sobre la línea azul de mi pasado;
Contemplo la mañana que atraviesa con alfileres los párpados del lago,
Observo los ojos de un continente estampados como flores en las cortinas
del mediodía,
Desato mi lengua que espadea con desventaja contra tanta llama,
Pongo mi vaso en la mesa del más allá, tras de reducirlo todo a viento,
Viento de astro y viento de quimera, viento de libélulas que visten mis
arterias,
Viento que se levanta con la lluvia sentada en sus rodillas
Y que me oye decir que cada cero rebosa de semillas como una sonaja:
Cada cero se hace guijarro dividido y materia arrojadiza,
Cada cero nos rompe la frente con la dureza del mundo invisible
Y rebota contra la barda con un ruido seco de olla vacía
Mientras lo pinto como velo de olvido sobre cada cabellera mal teñida,
Sobre cada peldaño de cada canción en que pesan hongos azules e invasores:
Nada de esto es difícil para el pintor cuyos dedos juegan con los gallos de
las veletas,
No lo es para quien deja a sus raíces la proeza de inventar el suelo,
No para quien se arrodilla y luego, a gatas, como un niño en su tina de
agua tibia
Remueve el tapón que retiene vegetaciones de espuma;
Nada de esto es difícil para quien repara con burbujas la piel del globo,
No para quien tapa con un dedo el nacimiento de géiseres indeseados,
No para quien filtra en la ranura de los párpados
El óvolo solar, los nombres que se disuelven bajo la lengua del meteoro,
Porque se está más allá de lo que cada cosa representa,
Más allá de la micra de polvo en que cabe la historia de la historia,
Pues todo cuanto se sabe es que nada mata mejor que la lengua de cada uno,
El dialecto podrido del conspirador, la pesada lengua
Hablada para aislarse de todos, indigesta como un cadáver que se ha comido
a su féretro
Y que yo no hablo porque para eso no me pinto solo,
Pues soy peluquero del verano, peinador de follajes,
Un lento ser que busca el tapón para la sangría de las cosas antiguas
Y que caza con su red la nota de color que revolotea sobre la boca de
la noche
Y que prodiga su tamborileo cristalino sobre obscuros mostradores
En que el duende borra el eco de sus huellas
Y clava estacas para que no huya el sol verdadero
Y se adentra en un iceberg de ámbar para liberar la última lágrima del aire,
El polvo suave que no borra versos escritos con pestañas,
El suave polvo que no pone orilla a mi nado celestial
Y que confirma los vaticinios de la transparencia desmoronada
Y afirma mi necesaria cantidad terrestre
Ahora que diluvia sobre mis huellas y en el universo escampa,
Ahora que la escultura cambia de posición y me arroja al pasto
Sin que mi caída altere el negocio infinito de la hormiga:
De nada sirve nada si no se cuenta con uno mismo
Como nadie contó con un ejército, cuando caemos al fondo
De esa pausa azul en que nos siembra el asombro,
La marejada del vuelo de amor que nos ilumina
Y que empotra en mi ventana, mentirosa en más de un centímetro,
Y que luego remuevo para salir a la calle escudado y exhibido por ella,
Pancarta de cristal, observatorio ambulante
Para ver las cosas con esa haz de lentitud que tantas veces ha vestido a
mi jardín
Oh ventana que llevo en alto, Cristo de vidrio
Seguido por la procesión entrañable y tumultuosa,
Ventana invasora que me añade segura calma, espíritu de contemplación
Desplegado por el ojo sobre las mesas y el vino
Mientras llevo en la diestra una llama y en la otra un cirio apagado,
De suerte que no llevo a la ventana, no la sostengo
Si bien ella entiende mis fines y flota delante,
Apenada por mí que tengo las manos ocupadas
Sin que ningún corazón se me caiga al suelo,
Ni traicione la parábola roja de mis juegos malabares,
Inspirado por Dios a quien nunca se le cae un astro,
Inspirado por el amor que alza sus aros flamígeros
Para que mil tigres lo crucen concertadamente
En la pista central ocupada por la primavera,
Frente a todos los tesoros a los que mi hambre pasa revista,
Junto a la escala untada de brea en que arde el motín de los descensos,
El instante que marca con sus dientes el fruto de cada invocación,
El pensamiento que me piensa en mitad de sus escuadrones hechizados
Y que escribe algo sobre la eternidad bajo el arco del salto del grillo,
Ahora que las cosas ya no permanecen las mismas
Y oigo como en sueños los pasos de un mulo
Y advierto otra vez, para mi sorpresa, que también el fuego quema,
No sólo al mundo, no sólo la imagen de mi amada distante,
No nada más el conejo que mira con ascuas húmedas,
No sólo el trigo, el aire, la onda que se levanta y ya es caverna,
No sólo la infancia perdida y cada vez más inocente,
No sólo casi todo, sino que también para mi sorpresa el fuego quema,
Quema aquí, allá, súbita belleza que espoleo
Para que sea digna esposa del tiempo, mujer, Mujer-poema
Crecida a destajo sin que le salga techo a su persona
Que invade el país de mi cuerpo, el continente de mi mente,
El ojo mismo -por el envés y el derecho blancoSin más pupila que el nudo incandescido de lo real...
Hay otros ojos en la noche y el plomo y las tumbas se salen de madre,
Las estrellas nos permiten respirar en este mundo donde alguien nos puso
yerba,
Yerba y estrellas para que en una caja, a semejanza del insecto, durásemos,
Si bien bajo mi cabeza la piedra se hunde como una almohada
Y el revuelo de tantas apariciones y desapariciones
Testifica en firme, aunque no para siempre, el bullicio de mi gozo
Junto a la noche que no perdona un ápice de cielo azul
Y que no permite ver, con las cuencas vacías, adónde dejé mis ojos,
Aunque si de nuevo los encontrara el mundo seguiría perdido,
Pues nunca va a existir el don de volar bajo arena movediza,
Ni habrá satisfacción para nuestra casta de abejas vulneradas
Aunque en vano piquemos la puerta de piel y músculo, la roca viva y el
agua muerta
Mareados como el aire que se siente mal cuando muerde un níspero
envenenado,
En confusión creciente, como el caracol que se mete a su concha con la
cabeza por delante,
En terrible confusión que me impide esconder bajo la brasa mi cosecha
arrebatada a los difuntos;
Y ya que vengo de abismos recientes y he brotado en medio de mi cama,
Busco huecos en la catarata para ver si por ahí sonríe la patria inventada,
La mesa que formule un ay cuando le salga punto al amanecer y alma a
la quimera
O cuando el huracán se alce los faldones y se esfuerce en no pisar los
garabatos de la salamandra
O cuando nadie se dé importancia, ni memorice los apellidos del diluvio
Como si el agua necesitara identidad y nosotros
Conocer su nombre para poder beberla, conocer su origen
Hoy que somos sabios y que no sabemos dónde queda nada,
Tras haber comido tantos caminos y tantas brújulas
Al pintarnos solos para pintarlo todo,
Componedores de la tierra que pierde el paso al adaptarse al capricho de
la usura,
Sin conseguir jamás que un árbol se siente a nuestro lado,
Por primera vez olvidado de ser árbol,
Transformado en compañero de viaje,
Enamorado del cielo que retiene con sus ramas
Y de la vida que se pinta sola para pintarlo todo.

Vuelta 128 /Julio de 1987 1 7